El niño que ya no existe

mayo 15, 2008

 


El pequeño niño caminó muy triste hacia el claro del bosque mágico. Siempre iba ahí con gran emoción para ver, conversar y jugar con sus amigas hadas; pero esta vez era diferente.

El bosque era un lugar lleno de magia e ilusión; estaba lleno de abundantes y robustos árboles. Al caminar por sus senderos, las flores podían inundar con su delicado perfume los corazones de todos los seres que lo habitaban y visitaban; haciendo así del mas desdichado, el más feliz. Había un hermoso río, rodeado de las mas raras y extravagantes plantas y sus aguas llevaban hacia una cascada que, con el reflejo de la sonrisa del sol, formaban un hermoso arco iris cada vez que alguien sonreía de corazón.

El claro se encontraba justamente en el centro de toda esa belleza; era un lugar muy tranquilo y cada vez que alguien quería alejar de su vida algo dañino, el viento soplaba en esta parte, haciendo que las hojas se movieran con el ritmo del cantar de las hadas.

El niño se sentó junto a un árbol a llorar, esperando que las hadas no lo vieran. Desde hacia días, le habían sucedido muchas travesías, llevándolo al punto de ya no nadar en el mar, ni volar en la tierra.

- No es tan sencillo que nos ocultes tus penas- dijo un hada que volaba sobre su hombro.

De todas las hadas del bosque, tres eran sus mejores amigas, consejeras y compañeras. La mayor; tenía el cabello largo, oscuro y brillante; usaba un vestido verde y llevaba en el lado izquierdo de su cabeza, una pequeña flor de colores. La mediana; tenía el cabello largo y amarillo, su vestido era rosa. La mas pequeña tenía el cabello azul y corto; sus vestimentas eran de un blanco resplandeciente.

- No tengo nada- contestó el niño secando sus lágrimas con la mano derecha.

- Te conocemos muy bien- continuó el hada de vestido blanco.

- Es que ya no sé por donde ir- respondió el niño con cierto tono de tristeza.

- ¿Por qué no vas por otros caminos?- preguntaron las hadas.

- Porque si lo hago tendré que alejarme de mis seres queridos. Yo aprecio mucho a mis amigos, aunque no puedan entenderme o aunque me desilusionen. Últimamente las cosas no han salido bien- dijo el niño- la gota que derramó la copa de mis desiertos fue que la rana me desilusionó mucho.

- ¿A qué te refieres con eso?- preguntó el hada de vestido rosa.

- Bueno- respondió el niño- tú sabes bien que desde que las conocí a ustedes yo he sido muy feliz; de igual modo; cuando conocí a la rana la llegué a considerar causa de mi felicidad. Con ella he compartido mucha magia de este bosque y siempre he tratado de estar ahí para sus saltos más locos, al igual que ella ha tratado de estar ahí para mí en mis días de juego y diversión.
- Lo sé- contestó el hada- ¿Qué mas ha sucedido?

- Pues últimamente- respondió- ha hecho cosas en contra de su naturaleza. Entiendo que por ser una rana siempre de saltos muy altos y fugaces pero ahora al momento de dar sus saltos, no los realiza correctamente; lo que hace es caer sobre mis manos para que yo lo regrese a sus camino; eso no me hace sentir mal ni me molesta, lo que me desilusiona es que ya no lo intenta por sí misma y busca topos y catarinas para que la hagan sentir con poder y terminan pero- suspiró- eso es todo.

- No creo que sólo sea eso- dijo el hada de vestido verde- ¿Qué más ha sucedido?

- Pues...- pensó- también el mosquito me esta llenando de cosas la cabeza. A veces siento que, aún siendo mi amigo, esta queriendo chupar mi sangre; así como lo hace con los demás. El mosquito siempre esta repitiendo una y otra vez que su manada no lo invita nunca a esas cacerías nocturnas de sangre y por lo mismo llega con el gato y conmigo intentando chuparnos hasta la última gota de nuestro líquido vital.

- Lo que pueden hacer es ayudarlo a hacer su propia manada- dijo la misma hada.

- En verdad lo hemos intentado y sin embargo él no ha querido. Le hemos mostrado diversos caminos y no los ha seguido. Aunque lo niegue, está muy atado a su manada y a sus controles ya marcados- contestó el niño.

Hubo un silencio. El viento no sopló y por obvias razones, el niño no había terminado de sacar sus tristezas.

- ¿Qué mas sucede contigo?- preguntó el hada de vestido rosa.

- Existe un problema con el gato- contestó- él, al igual que la rana, es mi mejor amigo pero es demasiado cerrado y negativo, ya que afirme que su caja de arena es la única y la mejor. Jamás he esperado algo más de él porque lo conozco y sé que no cambiará. La rana y el gato últimamente pelean demasiado hasta llegar al punto de no pisar la misma piedra. Hace poco hablaron y se reconciliaron y la verdad ya no me interesa porque volvieron a discutir. Estoy creciendo y todo esto no me sirve en mi desarrollo y evolución.

Las tres hadas lo miraron con cierta ternura y orgullo. En los ojos del niño pudieron ver la inocencia pero a la vez la madurez de su corazón.

- ¿Qué mas pasa por tu acelerado corazón?- preguntó el hada de vestido verde.

- Es acerca de la gaviota...- respondió el niño- sé muy bien que sólo soy un niño que apenas está creciendo, pero la gaviota también debe crecer; sólo que hay un problema: en sus alas y alrededor de sus patas hay muchas basura y por lo mismo no puede comenzar su viaje.

- ¿Cómo se llenó de tanta basura?- preguntaron las tres hadas.

- Hace mucho tiempo- dijo el niño- cuando la gaviota apenas comenzaba a expandir sus alas, se salió por cierto tiempo del bosque; llegó a una laguna que parecía ser muy hermosa pero al querer tocar el agua, encontró basura que se quedó en sus patas. Entonces fue cuando la conocí y decidí ayudarla a volver al bosque, pero había un problema: al no intentar quitarse la basura de sus patas, sus alas comenzaron a llenarse también y atorarse. Es por esa razón que ya casi no puede volar ni nadar. He tratado de quitarle la basura, pero no he terminado. Espero poder quitársela pronto.

Las hadas sonrieron al ver el cariño del niño hacia sus amigos. El hada de cabello azul se acercó al niño y dándole un beso en la mejilla, le entregó una botella mágica donde podía guardar todos sus sentimientos malos y luego romperla.

- Hay alguien que puede ayudarte- dijo el hada de vestido verde.

- ¿Quién?- preguntó el niño.

- Existe una caja de música que tiene dentro de sí, una hermosa y apasionada bailarina que tiene vida, ella puede ayudarte- contestó el hada.

- Conozco esa caja, pero no puede ayudarme- respondió el niño agachando la cabeza.

- ¿Por qué?- preguntaron sorprendidas.

- Porque no puedo ser completamente honesto con la bailarina. En primer lugar, si lo soy, alguien saldrá lastimado, siempre sucede y en verdad ya no lo quiero. En segundo, yo conozco un secreto, el cual la bailarina no debe conocer- dijo el niño- no quiero arruinar algo sólo por escuchar una bella melodía de una cajita de oro, mientras veo a una joven bailar. En tercer y último lugar, hay veces que la bailarina toma actitudes que no me agradan mucho y eso no me sirve de nada.

Las hadas lo observaron con asombro y con más cariño que antes. De pronto en el cielo se formó un eclipse. Las hadas se sorprendieron ya que eso sólo podía significar una cosa. La luz que el sol brindaba fue completamente apagada y sólo quedó oscuridad, una oscuridad que no provocaba miedo; sólo era oscuridad.

Una pequeña y brillante luz apareció de pronto y todas las hadas del bosque hicieron una reverencia. El niño las imitó.

- ¿Sabes quién es, verdad?- preguntó en voz baja el hada de vestido verde.

- Así es- susurró el niño- no puedo creer que al fin la conoceré.

Para el niño, era algo muy sorprendente ver a esa hada.

- Su majestad ¿A qué debemos el honor?- preguntaron todas las hadas del bosque.

Así era, el hada que ahí había aparecido era la reina. Era un hada muy hermosa de cabello largo y blanco; sus vestimentas reales eran de color negro y rojo. Sus alas eran muy delicadas y transparentes, como si fueran tela; una tela muy sublime. Sus ojos eran profundos, como si pudieran ver dentro del alma y analizar cada rincón y pasillo del corazón.

- Es un placer poder verte- dijo la reina al niño.

El niño se sorprendió al ver que la reina no venía con las hadas sino con él y que lo conocía.

- Gracias su majestad, el placer es mío- contestó el niño con cierto tono de nerviosismo.

La reina, miró fijamente los ojos del niño por un largo plazo de tiempo, como si estuviera buscando algo o como si supiera algo y buscaba muy dentro del niño para asegurarse.

- No te preocupes por tus amigos- dijo la reina- los que estarán contigo hasta el final, lo estarán; y los que no, se alejaran cuando deban hacerlo, todo tiene su tiempo. Las cosas suceden cuando tienen que suceder, no antes ni después, así es la vida en este bosque.

- Pero su majestad...

- Silencio- interrumpió la reina- guarda silencio y tranquilízate, te diré un secreto pequeño.

La reina se elevó mas en el cielo. Todas las hadas la miraban y miraban al niño, como esperando algo. La reina se acercó al niño de nuevo. Sus alas se extendieron y cubrieron al niño por un largo tiempo; cuando la reina dejó de cubrirlo con sus alas, los ojos del niño eran exactamente iguales a los ojos de la reina.

Las hadas del bosque se sorprendieron con esta acción tan hermosa, que solo significaba que la reina le había revelado un secreto muy grande al niño, (un secreto que tal vez nadie conocerá), el cual ahora tenía una inmensa paz y tranquilidad en su corazón.

- Sabes ahora lo que sigue- dijo la reina.

Con esto último, apareció una burbuja. El niño entró y desapareció del bosque.

1 comentarios:

Yan Sigala dijo...

Tu y yo tenemos que hablar .. anoche no supe donde estabas ... te extraño muuucho ... esta historia creo conocer a los personajes ...